El ictus

El 26 de septiembre de 2017 me acosté de madrugada con la sensación de tener dormida la parte derecha de mis labios. No le di importancia hasta que desperté por la mañana y, mientras paseaba a Boss, noté que sentía acorchados tres dedos de mi mano derecha. Había sufrido un ictus.

Yo aún no estaba seguro, así que cogí el coche y fui al trabajo como cada día. Tenía la mosca detrás de la oreja. Ese tipo de sensaciones, y solo en un lado del cuerpo, tenían pinta de ser eso de lo que hablan a veces en la tele o en la radio. Ictus, aneurisma, isquemia… Eso.

Ya en el trabajo, busqué en Internet «síntomas del ictus». Ahí estaba: «es frecuente que el ictus afecte a uno de los lados del rostro, el cual queda prácticamente paralizado y ‘relajado'»; «la aparición de extrañas sensaciones relacionadas con el tacto es muy frecuente»… Blanco y en botella. Me levanté de mi escritorio y les dije a mis compañeros que creía que estaba sufriendo un ictus y me iba al hospital —había uno muy cerca de mi trabajo. Ellos no daban crédito: yo hablaba y me comportaba con total normalidad, no había síntomas externos… Se ofrecieron a acompañarme y les dije que no hacía falta, que me sentía bien, pero que tenía algunos síntomas que me hacían sospechar. Pensado con tiempo, hice mal: debería de haberme hecho acompañar. Nunca se sabe si vas a poder llegar por tus propios medios.

Acudí al hospital —ya digo que estaba apenas a cien metros de mi trabajo—, llegué a la recepción de urgencias, entregué mi tarjeta sanitaria y dije: «creo que he sufrido un ictus». En pocos minutos ya estaba en manos de los médicos, que no paraban de preguntarme cosas básicas. Querían comprobar mi estado de, digamos, lucidez. Mi capacidad para hablar, para contar, para recordar, para razonar. Durante los días en que me hospitalizaron, no dejaron de preguntarme para qué sirven unas tijeras, o qué pasa si tiras una piedra al agua… Yo siempre aprobaba todos sus exámenes con matrícula de honor, pero no era mérito mío: mi ictus solo me había afectado a la sensibilidad, y ni siquiera de medio cuerpo completo. Había tenido muchísima suerte. Toda la suerte del mundo. Pero la mayor de las fortunas es haber tenido a mi lado a mi pareja, a mis padres, mis hijos, mis amigos. A tantas personas a las que nunca podré agradecer lo suficiente que, en ese momento de tanta vulnerabilidad, estuvieran a mi lado, muertos de miedo pero manteniendo el tipo. Gracias, gracias, gracias.

No dejo de pensar, pasado el tiempo, en la cantidad de gente que a consecuencia de un ictus queda paralizada parcialmente o en estado vegetativo. O, simplemente, muere. Yo pude haber sido uno de ellos. Afortunadamente, mi ictus fue leve. Se supo tras una resonancia magnética. Los neurólogos me informaron de que había sufrido un ictus lacunar («infarto de pequeño tamaño, generalmente inferior a 15 mm de diámetro lesional»). Mi ictus fue de tipo isquémico, es decir que se me obstruyó una arteria en el cerebro. Podría haberse roto (ictus hemorrágico), y no estar escribiendo ahora esto. Pero aquí me tenéis, vivito y coleando. Me siento tan afortunado… Y a la vez tan vulnerable y culpable. Sé que mi ictus fue consecuencia de fumar mucho y beber más de la cuenta, sin despreciar las comidas copiosas y poco saludables, la falta de ejercicio físico… Lo sé y he tomado mis medidas: dejé el tabaco, reduje el alcohol e intento mantenerme activo.

Pero vamos a lo verdaderamente importante. Porque lo que necesito es divulgar no ya mi caso, que poco tiene de especial —salvo que no me ha dejado ninguna secuela—, sino la información necesaria para que todos sepamos qué es un ictus y cómo debemos actuar ante la sospecha de que esté ocurriendo.

NO HAGÁIS COMO YO: nada de meterse en la cama y mañana ya veremos. NO. Llamad inmediatamente al 112 y avisad de que estáis sufriendo un ictus, o de que sospecháis de los síntomas. Si podéis hablar, decid alto y claro «CÓDIGO ICTUS». Las tres primeras horas son vitales. Yo tuve suerte, repito. Puede que tú no la tengas.

Y aprended sobre el ictus. En Internet hay infinidad de artículos médicos y/o divulgativos. Hay vídeos, de los que aquí abajo os incluyo una muestra. No dejéis de verlo, por favor: podría salvar vuestra vida o la de alguien querido.

Finalmente, recordad todos los días de vuestra vida que un ictus lo tiene cualquiera, en cualquier momento. No dejéis de repetiros que cada segundo puede ser el último. Así que, sobre todo, amad, literalmente, como si no hubiera un mañana.

2 comentarios en “El ictus

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s